No
agradezcas solo las cosas buenas.
Las
dificultades nos hacen crecer como personas
y
la perseverancia nos ayuda a ser más fuertes.
VIDEO
SANTORAL
Isidoro,
obispo
y doctor de la Iglesia (560-630)
Nuestra
Señora del Buen Consejo.
Nuestra
Señora de la Cabeza.
Anacleto
(Cleto), papa y mártir; Marcelino, papa; Pascasio,
Clarencio, Lucidio, obispos; Pedro,
Basilio, obispos y mártires; Claudio, Cirino,
Antonino, Vidal, mártires; Ricardo, monje; Exuperancio
(Esperanza), Guillermo, Peregrino, confesores; Valentina, viuda
y mártir; Alda, viuda; Rafael
Arnaiz Barón, monje trapense, beato.
REFLEXIÓN:
Abandonado
en el asilo, sorprende a todos… Mira cómo…
Un
mensaje muy conmovedor…
.
Es la historia de Mak Filiser que una mañana, en su soledad, volvió
a la casa del Padre, y mientras los enfermeros que lo cuidaban, quizá
con benevolencia pero también con mucha superficialidad, encontraron
una hoja doblada. Uno de ellos, tras leerlo decidió enseñársela a
los colegas, como advertencia, como lección para encontrar tiempo de
cuidar no sólo el cuerpo, sino el espíritu de las personas que
están a su cargo.
La
hoja era una poesía con el título: “escorbútico viejo”
¿Qué
ves enfermero? ¿Qué ves?
¿Qué
estás pensando… cuando me miras?
¿Ves
un hombre viejo, irritable… no muy sabio, con hábitos inciertos…
con ojos lejanos?
Que
regatea con la comida…y no responde, cuando dices en voz
alta…¡espero que la pruebes!
¿Y
que pierde un calcetín… o lo zapatos?
Que
a veces resistiendo y a veces no… te permite hacerlo a tu manera,
bañarse y comer…
¿así
para llenar el largo día? ¿Es esto que estás pensando? ¿Es esto
que ves?
Abre
los ojos enfermero… no me estás mirando a mí.
Acepté
el regalo de nacer… y comí según su agrado
He
sido un niño de 10 años… con un padre y una madre, hermanos y
hermanas… que se amaban.
Un
joven de dieciséis años… con las alas a los pies soñaba que
pronto… encontraría a una mujer para amar.
Fui
un esposo de veinte años… con el corazón que se me salía por el
pecho.
A
los veinticinco años… tuve junto a mí a mi esposa.
Que
necesitaba de mí para seguir adelante… y tuve una casa y era
realmente feliz.
Un
hombre de treinta años… mis hijos crecieron rápidamente, unidos
entre ellos… con una relación que debería durar.
A
los cuarenta años, mis jóvenes hijos… crecieron y siguieron sus
caminos, pero mi mujer se quedó junto a mí… para ver que todo
fuera bien.
A
los cincuenta años, una vez más… los niños jugaban sentados en
mis piernas, y luego me llegaron los días oscuros, mi mujer murió.
Miraba
el futuro…y sentía escalofríos de terror.
Y
crecieron mis hijos…y también sus hijos.
Y
hoy pienso en los años transcurridos… y al amor que conocí.
Ahora
son un hombre viejo.. y la naturaleza ha sido cruel.
Es
una burla la vejez… te miran todos como si fueras un imbécil.
El
cuerpo se deshace… la gracia y la fuerza, desaparecen.
Pero
dentro de esta carcasa vive aún un joven, y de vez en cuando… mi
corazón se inflama y me vuelvo incierto.
Recuerdo
las alegrías… recuerdo el dolor.
Y
estoy amando y viviendo… la vida de nuevo.
Pienso
en los años, que siempre son muy pocos… y que pasaron rápidamente.
Y
aceptar el hecho desnudo y crudo… que nada puede durar.
Por
lo tanto, gente abran los ojos… abran y vean.
No
ven un nuevo viejo e irritable.
Miren
más de cerca… ¡me ven…a mí!
No
abandonemos a nuestros ancianos, no los dejemos en la soledad que a
menudo la vejez obliga a sufrir.
Recordemos
que son personas, con una vivencia, una sabiduría, una historia que
contar…
ORACIÓN:
Oración
a la Sagrada Familia
Con
ella concluye la exhortación "La alegría del amor"
Jesús,
María y José
en
vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor,
a
vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa
Familia de Nazaret,
haz
también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de
oración,
auténticas
escuelas del Evangelio y pequeñas iglesias domésticas.
Santa
Familia de Nazaret,
que
nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón
y división;
que
quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Santa
Familia de Nazaret,
haz
tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la
familia,
de
su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús,
María y José,
escuchad,
acoged nuestra súplica. Amén
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ESPECIAL BUENOS DÍAS
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3 lecciones medievales para
adquirir sabiduría
Tabla de contenido
- La primera, que no se debe despreciar ningún conocimiento o escrito, cualquiera que este sea.
- La segunda, que no se avergonzará de aprender de ningún hombre.
- La tercera, que cuando él mismo haya alcanzado el conocimiento, no mirará a nadie por encima del hombro.
En el año 1128 Hugo de San Víctor escribió la obra Didascalicon,
título que proviene de la palabra griega didascalia y que
podría traducirse como “asuntos relacionados con la instrucción”.
En este texto del siglo XII se otorga una especial importancia a la
lectura.
Destaco tres lecciones que Hugo da al lector en relación a la
humildad y al hecho de aprender:
La primera, que no se debe despreciar ningún conocimiento o escrito, cualquiera que este sea.
La segunda, que no se avergonzará de aprender de ningún hombre.
La tercera, que cuando él mismo haya alcanzado el conocimiento, no mirará a nadie por encima del hombro.
¡Qué contemporáneas nos resultan estas sugerencias o lecciones,
que son válidas no sólo para la lectura o para el quehacer
académico, sino para la vida misma!
“No despreciar ningún conocimiento o escrito”, nos sugiere
primeramente nuestro maestro medieval. Esto puede trasladarse a
valorar todo lo existente. Todo es susceptible de enseñarnos, de
aportarnos, de enriquecer nuestro acervo.
Escuché en una entrevista a una madre de familia que decía que
quienes más la han enseñado son sus hijos. Ellos le han mostrado el
valor del límite. Todo el tiempo la han estimulado a aprender más,
tanto de sí misma, como de todo aquello necesario para ayudarlos a
crecer.
De la situación más insignificante que nos pase en el día de
hoy, podemos aprender.
Y no digamos ya de los grandes acontecimientos de la vida, esos que
nos dejan hondas huellas, como la enfermedad, la muerte, el conocer a
personas que nos acompañan por el resto de nuestras vidas, el
descubrimiento de la propia vocación, los errores…
“No avergonzarnos de aprender de ningún hombre” o mujer,
continúa instruyéndonos Hugo de San Víctor.
Recordemos que estas lecciones estaban destinadas a personas que se
adentraban en el mundo de las letras, cosa que en la edad media no
podía hacer toda la población.
Esta recomendación rompe con la distancia que impone la academia,
otorgando o reconociendo el saber a cualquier persona y por lo tanto,
desjerarquizando.
El hecho de que otra persona no sea versada en lo mismo que yo
pretendo conocer, no quiere decir que no pueda yo aprender algo o
mucho de ella.
El tema de la vergüenza surge aquí justo cuando estamos abordando
valores como la humildad o el conocimiento. Y no es gratuito. Una de
las definiciones de humildad nos la da Teresa de Ávila: “andar en
verdad”.
“Humildad”, como “humanidad”, parten de la palabra humus:
“tierra”. Aquello de andar, que nos sugiere Teresa, nos remite a
la tierra, a estar plantados en un mismo nivel de realidad.
Quien anda en verdad, no tiene porqué avergonzarse de sí mismo
ni del otro. Todos podemos aprender de todos, todos podemos,
asimismo, enseñar.
Nos situamos, pues, en el plano del compartir, del poner en común,
en este caso, el conocimiento.
La última sugerencia de Hugo de San Víctor viene a concluir este
recorrido: “cuando hayamos alcanzado el conocimiento, no hemos de
mirar a nadie por encima del hombro”.
¡Qué humano es el envanecerse de lo que uno tiene y los demás no!
Es el principio del uso y abuso del poder.
Cuando transformo una situación de “diferencia” en condición de
“desigualdad” y me sitúo en el punto de ventaja, entonces puedo
ser capaz de cometer actos de inhumanidad.
Mirar por encima del hombro es querer elevar mi estatura
artificialmente. De esta manera, desprecio al otro y dejo de querer
compartir el mismo suelo con él.
También instrumentalizo el conocimiento mismo y todo el proceso
de enseñanza-aprendizaje que he recorrido, ya que lo convierto en
una herramienta de prestigio y no en un bien común.
Qué nos deja Hugo de San Víctor en estos breves consejos: apreciar
todo, porque todo nos hace presente que estamos vivos y en
relación con otros seres. Compartir no empobrece ni tendría que ser
motivo de vergüenza, todo el tiempo estamos dando y recibiendo,
consciente e inconscientemente. Aunque aparentemente poseamos alguna
cosa más que los demás, esto no nos hace superiores ni inferiores,
en todo caso, nos hace responsables de aquello que tenemos y ojalá,
dispuestos a transformar en servicio, esa capacidad o potencialidad.
Es importante saber, pero quizás es más importante “saber saber”.
Esta sabiduría es más cordial que intelectual.
Artículo originalmente publicado por Familia
Cristiana
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