Se
agradecido por tus limitaciones,
te
da la oportunidad de mejorar.
VIDEO
SANTORAL
Perpetua
y Felicidad,
mártires
(† 203)
Sátiro,
Revocato, Saturo, Secúndulo, Julián, Eubulo, mártires; Teofilacto,
Gaudioso, Pablo, obispos; Efrén,
Basilio, Agatodoro, Elpidio, Eterio, Capitón, obispos
y mártires; Pablo el
simple, anacoreta; Esterwino,
Equicio, abades; Ardón, monje; Teresa
Margarita del S. C., virgen.
REFLEXIÓN:
Érase
una vez un león, se encontraba muy tranquilo en la selva, cuando un
mosquito muy grande decidió hacerle la vida imposible.
"¡No
creas que por ser más grande que yo te tengo miedo!", dijo el
mosquito desafiando al león, conocido como el rey de la selva.
Luego
de esas palabras, el mosquito ni corto ni perezoso, empezó a zumbar
le la cabeza al león volando de un lado a otro, mientras que el león
buscaba el mosquito como loco.
El
león rugía de la rabia ante el atrevimiento del mosquito y a pesar
de sus intentos por matarlo, el mosquito lo picaba en diferentes
partes del cuerpo, hasta que el león demasiado cansado se derrumbó
en el suelo.
El
mosquito sintiéndose victorioso, retomó el camino por donde vino.
En poco tiempo el mosquito se tropezó con una tela de araña y
vencido se vio también.
Moraleja: No
existen nunca peligros pequeños, ni tropiezos insignificantes.
ORACIÓN:
Gracias
Señor por permitirme el regalo de un día más. No sé que es lo que
me tienes reservado para mi futuro sólo sé que quiero ofrecerte mi
presente limitado, pero entusiasmado y sediento de conocerte para
mejor amarte.
Petición
Espíritu
Santo recibe mis manos abiertas para pedirte que mi confesión de
amor por Dios no sea sólo con mis labios, sino que mis labios puedan
confesar el deseo de vivir en conformidad con lo que conozco de
Dios.
Meditación
del Papa Francisco
En
el Evangelio de hoy Jesús plantea dos preguntas a sus discípulos.
La primera: "La gente, ¿quién dice que es el Hijo del hombre?”
es una pregunta que demuestra en qué medida el corazón y la mirada
de Jesús están abiertos a todos. A Jesús le interesa lo que piensa
la gente no para complacerla, sino para poder entrar en comunicación
en ella. Sin saber lo que la gente piensa, el discípulo se aísla y
empieza a juzgar a la gente según sus pensamientos y convicciones.
Mantener
un sano contacto con la realidad, con lo que la gente vive, con sus
lágrimas y sus alegrías, es la única forma de poder ayudarle, de
poder formarla y comunicar con ella. Es el único modo de hablar al
corazón de las personas tocando su experiencia cotidiana: el
trabajo, la familia, los problemas de salud, el tráfico, la escuela,
los servicios sanitarios, etc... Es el único modo de abrir su
corazón a la escucha de Dios. En realidad, cuando Dios quiso hablar
con nosotros se encarnó. Los discípulos de Jesús nunca deben
olvidar de dónde fueron elegidos, es decir de entre la gente, y
nunca deben caer en la tentación de asumir actitudes distantes, como
si lo que la gente piensa y vive no les afectase y no fuese
importante para ellos. (Homilía de S.S. Francisco, 10 de
noviembre de 2015).
Propósito
Renovaré
hoy en cinco minutos delante de un crucifijo mi deseo de coherencia
con lo que sé que es verdadero y perenne.
Diálogo
con Cristo
Si
tú fuiste capaz de infundirle a Pedro el coraje que se requiere el
testimoniarte, hoy dame a mí la gracia de hacer lo mismo con la
alegría que sólo viene del que se entrega a ti
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ESPECIAL BUENOS DÍAS
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¿En
qué Dios creemos?
¿Contra qué Dios arremeten los
ateos actuales?
¿De quién hablan los que creen y
los que no creen cuando usan su nombre?
¿Hablamos todos de lo mismo cuando
decimos "Dios"?
Tabla de contenido
“A Dios
nadie le ha visto jamás“(Jn. 1,18).
¿Ateos de
qué Dios?
Nuestra
personalidad y la imagen de Dios
Jesucristo:
La imagen del Dios invisible
Hablar de Dios es siempre
problemático, porque el frecuente uso de esta palabra termina
siempre por corromperla y muchos ya ni siquiera quieren escucharla.
Los incontables sufrimientos de los que somos testigos a escala
global, encienden la ira de muchos contra “Dios” y otros ni
siquiera se preguntan por él. Pero ¿contra qué Dios arremeten los
ateos actuales? ¿De quién hablan los que creen y los que no creen
cuando usan su nombre? ¿Hablamos todos de lo mismo cuando decimos
“Dios”?
Algunos piensan que no es más que una
debilidad idealista, una forma de escapar de los dolores de la vida o
de llenar los huecos de las cosas que no comprendemos. Otros creen
que es un tranquilizante para nuestras frustraciones, un consuelo
para débiles o una hipótesis para mentes que no quieren pensar. A
su vez, asistimos a toda clase de violencia en su nombre y de los
fanatismos más ciegos que bajo la supuesta fe en Dios arremeten
contra la dignidad humana. Muchas personas que pertenecen a una misma
iglesia predican todos un dios distinto. ¿A qué Dios creemos
conocer?
Los cristianos creemos que Dios se ha
revelado plenamente en Jesucristo, si queremos saber cómo es él,
hay que ir a la fuente. Para librarse de cualquier idea falsa del
Dios de los cristianos, es preciso confrontar nuestra idea de Dios
con la manera de ser de Jesús testimoniada en los libros del Nuevo
Testamento.
“A Dios nadie le ha visto jamás“(Jn. 1,18).
El acceso a Dios se vuelve complejo
cuando toda relación con él es mediada por algo o alguien que no es
él mismo. Normalmente proyectamos sobre él imágenes que hemos
recibido de otros o de nuestras propias experiencias. Pero el hablar
de Dios siempre es limitado, ¿hasta qué punto hablo de Dios, o de
la idea que me hice de él?
Siempre estamos peleando contra muchos
ídolos, pero nos olvidamos de una idolatría mucho más terrible y
sutil, que es tener en la mente y en el corazón una falsa imagen de
Dios.
Cuando a partir de la revelación
bíblica decimos que Dios es “Padre”. ¿Qué imagen de padre
tenemos hoy en nuestra cultura? A muchos jóvenes si le dicen: “Dios
es tu Padre”, le estarán diciendo que Dios lo abandonó, que Dios
no lo quiere, que Dios solo está para solucionarle problemas
económicos, que se olvidó de él, etc. Si les decimos que Dios los
ama, ¿sabemos qué experiencia de amor tienen? Tal vez piensen que
Dios los usa y los puede cambiar por otro, o que les pedirá algo a
cambio de su amor.
Muchos viven aferrados a una
determinada idea sobre Dios, que cuando hace crisis, en lugar de
purificar la falsa imagen, toda la vida espiritual se derrumba.
Algunos ateos cuando dicen “Dios no existe”, lo que niegan
es una determinada imagen de Dios que es irreconciliable con lo que
esperan de él. Por ejemplo: ¿Cómo puede existir un Dios que
permita tantas injusticias?
Y a veces los cristianos colaboramos
con el ateísmo cuando decimos -con cierta ingenuidad- disparates
totalmente alejados del Dios revelado en Jesucristo. ¿Cuántas veces
hemos repetido cosas que están en las antípodas del Evangelio?
Cuando alguien sufre, en lugar de abrazar su dolor desde el amor de
Dios, decimos frases hechas que deforman a Dios: “Por algo Dios te
mandó esta enfermedad, para purificarte”, “Dios así lo quiso”,
“Dios tenía otros planes para ti”, y cosas por el estilo, como
si Dios mismo enviara calamidades y sufrimientos a sus hijos, para
hacerlos más fuertes y santos.
San Pablo afirma que para los que aman
a Dios, todo coopera para su bien (Rom 8,31), pero eso no
significa que todo lo que suceda sea querido por Dios. Porque
estaríamos en manos de un dios arbitrario y cruel. Que Dios permita
el mal y que no podamos explicar acabadamente este misterio, no
significa afirmar que sea su deseo. Que podamos vivir las
dificultades de la vida como oportunidades y nos fortalezcan, no
significa fatalmente que “así estaba escrito”. La influencia del
paganismo fatalista en la espiritualidad cristiana todavía hoy hace
estragos.
¿Ateos de qué Dios?
Muchos ateos en realidad niegan
imágenes de Dios en las que tampoco nosotros creemos, y a veces
estamos más cerca de ellos de lo que creen. Los cristianos
también somos ateos del Dios que negaron los padres del ateísmo
moderno: Feuerbach (“tapagujeros”), Marx (alienación,
fatalista), Nietzsche (moral esclavizante), Freud (proyección), etc.
Es más, no creemos en un Dios que
infantiliza, ni mucho menos en un Dios que limite al hombre, o que
sea su oponente, que atente contra la libertad; por el contrario, Él
es quien garantiza nuestra libertad. Todos estos intelectuales de
la historia que negaron a Dios, negaron los ídolos que muchos
cristianos construyeron de Él y que esclavizan espiritualmente a
muchos hasta nuestros días.
La misma Iglesia enseña que existen
ateos por el mal testimonio de muchos cristianos y la deformada
presentación del Dios revelado en Jesucristo: “…en esta
génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios
creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa,
o con la exposición inadecuada de la doctrina o incluso con los
defectos de la vida religiosa, moral y social, han ocultado más bien
que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión” (Gaudium
et Spes, 19).
Nuestra personalidad y la imagen de Dios
La imagen que tenemos de Dios
repercute directamente en nuestra forma de ser y al mismo tiempo, es
construida desde nuestra propia personalidad. Quienes ven en Dios a
una superpotencia despótica que impone una voluntad caprichosa a sus
súbditos, serán personas angustiadas, serviles y muy exigentes con
sus hermanos de fe. Si la imagen de Dios es vaga y difusa, como una
energía impersonal, nuestra fe será etérea y no comprometida con
los demás, haciendo de la oración un simple monólogo.
Quienes crean en un Dios que no da
lugar a la colaboración humana, suscitará un modo de vida
fatalista. Otros reducen la fe a una cuestión social y política, a
pura inmanencia, negando toda realidad sobrenatural en nombre del
“anuncio del Reino” (sin Dios), reduciendo la salvación a una
utopía humana y la teología a sociología. ¿No escuchamos en
ámbitos católicos dioses que nada tienen que ver con la revelación
cristiana? ¿Cuántos jóvenes crecen con ideas infantiles de
Dios que los acompañan durante su vida adulta?
Cuando se afirma que la Virgen María
es más misericordiosa que Dios, hacen de Dios alguien menos perfecto
-bueno- que María, como un dios del Olimpo griego al que le cambia
el humor y al que se puede manipular. Está lleno de publicaciones
pseudopiadosas donde se presenta a la Virgen discutiendo con Jesús
para salvar a alguien, como si Jesús quisiera regatear la salvación
que él mismo nos regala. Se deforma así también el sentido de la
intercesión en la oración y el lugar de María en la Historia de la
Salvación. Parecería que Jesús resucitado es otra persona
diferente del que hablan los evangelios.
Por otra parte, cuando se afirma que
una catástrofe natural es a causa de un castigo divino, nos pasamos
al paganismo de un dios irascible. Otras veces se presenta a Jesús
como un modelo de vida moral y de su divinidad ni se habla. Las
imágenes deformadas son incontables.
Y así, vemos con qué facilidad la
misma fe puede ser deformada en diálogos cotidianos y hasta en la
misma catequesis, donde no hablamos del mismo dios, debido a las
imágenes que todos nos hacemos de él. Estas imágenes cambian el
sentido del pecado, de la libertad, de la gracia, del amor de Dios,
de la pasión de Cristo, de la salvación, de la Iglesia y de la vida
eterna. La falta de purificación de las falsas imágenes de Dios no
es un tema menor, sino la fuente de muchas crisis de fe y de grandes
obstáculos en la evangelización.
Jesucristo: La imagen del Dios invisible
El Dios que se revela en la Biblia es
un Dios que afirma al ser humano y lo plenifica, lo ama infinitamente
y lo hizo libre para construir su propia vida. Lo hizo colaborador
suyo en la obra de la creación, no un títere de un destino fatal o
una marioneta para jugar con él, sino que lo hizo un ser libre y
responsable.
¿Cómo sabemos los cristianos que nos
acercamos a la imagen verdadera de Dios? De todas las imágenes que
podamos hacernos de Dios, solo una puede hacerle justicia, solo una
es realmente fiel y nos revela plenamente el Dios vivo y verdadero:
Jesús.
La Palabra de Dios enseña que: “A
Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno
del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer” (Jn. 1,18). “El es
imagen de Dios invisible… pues Dios tuvo a bien hacer residir en el
toda la plenitud…” (Col. 1,15.19). “En el reside
corporalmente toda la plenitud de la Divinidad” (Col. 2,9). “Quien
me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn. 14,9).
El Dios de la Biblia es un Dios que es
amor[1]
y quien se deja amar por él, encuentra un amor que lo hace libre y
capaz de entregarse sin medida. Cuando
nos encontramos con Dios, su amor transforma tanto nuestra vida que
no se puede seguir viviendo igual que antes.
La historia de la teología y de la
espiritualidad cristiana son un reflejo de la purificación constante
de la imagen de Dios, y es una experiencia de veinte siglos que está
disponible para ayudarnos a romper ídolos que nos alejan de Dios, en
lugar de acercarnos a él.
Por Julius Schnorr von Carolsfeld
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